30/11/09

EL SONAJERO

La sabiduría popular es algo que siempre me ha llamado mucho la atención; el refranero, los dichos, las frases hechas…cumplen una labor social importante. Nos ayudan a comunicarnos, a digerir mejor nuestras experiencias y a entendernos mejor como seres humanos.
Ayer me enteré que en inglés hay una expresión que dice algo así como: “tirar el sonajero” refiriéndose a cuando nos enfadamos y a partir de esa circunstancia arremetemos contra nuestras cosas y contra nosotros mismos.
Me gustó mucho porque es muy gráfico, y nos lleva a pensar que ese comportamiento que permanece a veces en la edad adulta, es una tendencia inmadura, primitiva, no elaborada, ni filtrada. Tal cual lo haría un bebé que no tiene los recursos para hacer las cosas de otra manera. El no tiene la capacidad de ponerse triste cuando se frustra, de tolerar esa angustia. No puede sostenerse a sí mismo, contenerse, recoger su dolor, pedir ayuda, o intentar manejar las cosas de una forma no dañina para él. Simplemente, se enfada y actúa, con lo que tiene en la mano, y contra sí mismo, pues ese mismo objeto que tira le podría servir para consolarse. No tiene capacidad para cuidarse en ese momento, la ira le puede y actúa arrasando con todo.
Y es que…qué difícil nos resulta estar tristes a algunos cuando las cosas no salen como queremos.

20/11/09

LA DECISION

Allí estaba. Meses antes no habría podido ni imaginarse estar cerca de ese lugar. Ni siquiera pensar en su existencia. Pero su presencia entre esas paredes ahora le parecía lo más sensato que había hecho nunca. Al entrar sintió que le habían estado esperando, con una paciencia inmensa y la serenidad del que sabe esperar el ritmo del otro.
Se llevó la mano derecha al abdomen, recreándose en la imagen de una caravana humana, un hogar andante donde iba a crearse algo inexplicable. Nunca le había movido el hecho de crear pero ahora no podía acordarse de las cosas que una vez le hacían andar.
A su llegada hubo algo que le sorprendió. En muchas ocasiones sentía miedo al llegar a los sitios pues nunca había visto el mundo como un lugar acogedor. Pero ese momento fue diferente. La ilusión y la convicción de hacer lo que realmente deseaba no dejó hueco al temor, y se sintió por primera vez en su vida dueña de sí misma y en armonía con el entorno.
Sólo faltaba alguien con quien compartirlo.
Miró hacia la persona que se estaba dirigiendo a ella. Tenía una amplia sonrisa y una voz envolvente. Y repentinamente se echó la otra mano al abdomen, entrelazándola con la otra: “Buenos días!”