La casa estaba diferente. Teñida de un ocre que olía a lágrima seca. Sólo fuera las cosas seguían como las recordaba. Intentó abrir la ventana y estaba sellada con un musgo crecido al abrigo del tiempo. Sólo se oía el goteo del grifo del bidé, allí donde antes iba a beber la gata. Entonces se acordó de ella y la buscó ayudándose del ruido de una caja que contenía la malta que tanto le gustaba. No apareció.Entonces empezó a preocuparse.
Se dispuso a buscarla en los sitios habituales. Encima de la cadena de música: el polvo no dejaba ver los números de la hora. Lo limpió con el dedo y dos líneas parpadeantes anunciaban que el tiempo se había dado a la fuga. La vida en general parecía haber abandonado el lugar. Se dirigió al acuario, ella solía tumbarse encima para sentir el calor que desprendía el temporizador de luz. Tampoco. Al mirar dentro del acuario, sintió que le bajaba la sangre a los pies: no había peces. Como recordatorio de lo que fue, seguían allí el barco y el ancla, que parecían haber perdido la esperanza. Ella pensó que no podía rendirse. Fue corriendo al cuartito que antiguamente fue una terraza y que otros pusieron límites a su libertad, cerrando con tabiques y ventanas. Allí solía esconderse, encima del armario donde tenía unas vistas que no compartía con nadie. La madera de los muebles estaba ajada y había perdido color, y el espejo estaba empañado, como si alguien hubiera llorado tanto ante él que se hubiera quedado en ese estado irreversiblemente. En ese momento, oyó un ruido…se reanimó como si alguien hubiera activado un desfibrilador a su alma. Era ella…pero no, el ruido provenía de la pared del cuarto contiguo. Estaba amarillenta y se estaba descascarillando cayendo a trozos sobre el suelo agrietado de parquet.
Entonces, desesperada, se ató la bata metiéndose la mano en los bolsillos, como hacía cuando necesitaba sentirse protegida. Notó algo extraño. Un trozo de papel que le parecía angustiosamente familiar. Lo sacó, abriéndolo, y leyó: ME VOY ,TE DEJO. LO SIENTO. FIRMADO:CARLOS.