28/2/10

A OTRA COSA

Estamos entrando en Marzo. Ayer me asomé a la ventana de mi lavadero, donde me imagino fumando un cigarro como antiguamente hacía como una excusa para estar un rato conmigo misma. Ahora me asomo sin nada entre los dedos pero con las mismas ganas de paz.
En uno de los momentos en que fijo la vista en algún lugar sin el menor interés, me noto extraña y me paro a ver por qué.
Allí estaba colgando de un balcón. Fuera de lugar y sin embargo marcando territorio. Una enorme estrella plateada de Navidad resplandecía bajo los cotizados rayos de sol que recibimos con añoranza inglesa.
Me quedo pensando. Para eso estaba allí, al fin y al cabo. Y se me ocurre que nos cuesta mucho pasar página, desprendernos, despedirnos.
Quizás ese adorno esté ocupando el lugar del hijo que volvió por navidad como el turrón y que ya ha vuelto a sus quehaceres lejos de casa. O signifique para esa persona la época familiar contra el tedio y la soledad que la inunda el resto del año. O sea el aniversario de un ser querido que murió el 25 de diciembre. O la colocó allí su marido antes de separarse el día de Reyes.
O simplemente no han vuelto a salir al balcón desde esas fechas dado el mal tiempo que ha hecho…
No lo sabremos nunca. Sólo sé que cuando me asomo a mi ventana me invade un escalofrío.

25/2/10

La playa bajo los adoquines


Untitled - Crash Test Dummies


Porque en la calle, como en casi todo, lo raro destaca entre la uniformidad. Así te abalanzaste hacia el grupo de adoquines rotos, navaja en mano, te arrodillaste junto a ellos, clavándose la piedra en tus rodillas, clavando los dedos en las junturas, clavando el filo de la navaja en la llaga que había perdido casi todo el mortero.
Voy a sacar el adoquín, pensaste. Y lo sacaste, y debajo había arena. La playa bajo los adoquines, que decían en el 68.

Pero tú sabes que no era una playa lo que se escondía tras la calzada; debajo de la arena hay tierra compactada, y debajo un enjambre de tubos por los que circulan líquidos viscosos y turbulentos, la sangre y las heces de una ciudad casi al borde del colapso. Entrecruzados con ellos, otros conductos más estrechos que transportan chispas y latidos, una trama de comunicaciones que palpita al ritmo del teclado del ordenador de señoras solitarias, de señores anodinos, de suspiros de amor y gritos de odio. Y todavía más abajo de los tubos, una gruesa capa de hormigón en masa, como la costra purulenta y rugosa que evita que nada entre o salga de la herida.

Y así cómo van a sentir los pies de los niños el contacto con la verdadera tierra. Y así cómo va a germinar la semilla que yace enterrada en el útero de humus y turba.

Dentro de mil años algún arqueólogo se arrodillará en el estrato más alto, cogerá su láser, hará un corte perfecto en el terreno, lo introducirá en una urna de cristal, la llevará al laboratorio, encontrará el adoquín, encontrará la arena, encontrará la zahorra, los tubos y el hormigón. Sacará la semilla y pensará: realmente fue una época mala para ti.
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Composición Imagen: Umbilical, por Efter
Música: Untitled, por Crash Test Dummies

18/2/10

CALLOS EN EL ALMA

Se repiten los golpes.
Uno tras otro se suceden, con una cadencia suficiente para no ser definitivamente insoportables pero ser lo bastante corrosivos para erosionar lentamente la superficie, entrando capa a capa hasta el epicentro de ese envoltorio de paja.
Y de nuevo otro.
Así, mientras se levanta aparece uno nuevo. Lo ve venir y aprieta las carnes….Ahí está, en el mismo sitio.
Se toca para amortiguar el dolor, y le asusta notar una dureza allí donde antes había herida.
Duele menos, pero aterra que ya ni siquiera duela.