15/6/09

Esto no es un puto puzzle



- ¿No te da pena, Leda? Mañana se acaba el viaje.
- Pues qué quieres que te diga, hija, quince días ya son días, ¿eh? Estoy un poco hasta el moño de tanto jengibre y tanto polopo.
- Se dice potoro, cariño, en quince días no has aprendido a decirlo.
- Hasta el potorro de tanto potoco o potoro, nena. Deja a los chinitos, su gastronomía, y su muralla china, y mira esto. ¿Qué te parece?
- Una caja.
- Mírala que críptica, igualito que Confucio, ella. Lo que hay dentro, pava.
- Pues aclara, rica. ¿Qué es? Parece un dominó o un puzzle.
- Esto no es un puzzle, es un juego que he visto hoy para mi sobrina la pequeña. Se llama... Maj... Majg...
- Mahjong. Lo pone en la tapa. Si no sabes decir potoro, vas a saber pronunciar esto.
- Calla, so puta. Bueno, que no sabía que comprarle, y como le gustan los juegos de mesa, pues eso. Menos mal que las instrucciones están en inglés, se lo llevo en chino y me lo pone de gorro.
-  Trae, déjame verlas, tú sigue con la maleta...

- ...Oye, pues parece chulo, Leda. Aquí dice que el diseño proviene de un antiguo oráculo, y que se fue convirtiendo en un juego popular de estrategia. También se puede jugar en solitario.
- A mí no me mires, Helena, me cuesta aprenderme hasta las normas de la Bonoloto.
- Jugar en solitario no es difícil, por lo que explica el folleto hay que ir quitando piezas iguales, haciendo parejas. Pero sólo las que no están debajo de otras que las bloquean. Al final hay que quedarse con todas las parejas hechas y sin fichas en el tablero.
- Pues mira qué bien. Juega, juega, qué lista que es mi niña.
- Ja. Ja. Y ja. ¿Sabes lo que me gustaría de verdad? Saber hacerlo funcionar como oráculo. ¿Habrá que hacerle preguntas, como en la ouija?
- Claro, Helenita. "¿Hay alguien ahí? Que se manifieste y me haga la maleta". No seas ridícula.
- Lo ponía en las instrucciones, graciosa, ya te lo he dicho. Que era un método de adivinación... Mmmm, veamos... Oh Gran Oráculo Mahjong, por los espíritus de los antepasados que rondan en esta habitación...
- No te olvides de invocar a las cucarachas que rondan en el baño de este hotelucho, cielo.
- ¡Que te calles! Oh, Oráculo, ¿seguiremos Leda y yo juntas el año que viene?
- No juegues con esas cosas Helena, te lo digo en serio.
- Oráculo Chino, cada pareja de fichas que retire será un obstáculo que hemos salvado en la relación. Si consigo quitar todos los obstáculos, es que estaremos juntas.
- Helena... Para.
- Vamos allá...

- Mmmm... ésta se va con ésta. Por aquella vez que conté cosas nuestras en el blog y te enfadaste.
- Mira que eres puta. Que pares.
- Mmmm, y esta pieza va con la otra. Por cuando me armaste el taco un día antes de ir a Venecia.
- ¿Que te armé yo un taco? Bonita, princesa, amor, amorcillada, si fue culpa tuya que no organizabas nunca el viaje.
- Y ésta cuando tu hermana me pidió mi número de móvil, que tú no se lo querías dar por si rompíamos. Menuda confianza.
-  ¿Ah, si? Pues yo quito estas dos por dejarme siempre en último lugar para todo. Y lo sabes que es verdad.

- Leda... Que ya sólo quedan dos fichas. Y no son iguales.
- ¿Y qué coño pasa?
- Que tienen que ser iguales. Que están contadas y si hemos ido quitando las parejas, las últimas tienen que hacer pareja también. Y son diferentes.
- No jodas, mira las descartadas. Nos habremos equivocado en alguna.
-[...] Están todas correctas.
- Mierda, el puto juego está mal y no podemos cambiarlo ya que nos vamos de madrugada.
- A lo mejor se puede escribir a la fábrica y te mandan más piezas.
- Que esto no es un puto puzzle, Helena. Que no mandan piezas perdidas. Que es una mierda de juego chino, en China. Que es una mierda esto.
- Leda, a lo mejor... A lo mejor quiere decir algo. El oráculo y todo eso...
- Pfff. ¿El qué?
- Somos dos piezas muy diferentes. Compartiendo el mismo tablero.

- [...] Tócamela de nuevo, Sam. Digo Helena.
- El qué.
- La teta, coño, qué va a ser. Quita las fichas de la colcha, vamos a despedirnos de China a lo grande. Viva Mao, te como too el mantecao.


1/6/09

NADA ES LO QUE PARECE



Nunca había sentido esa sensación. Tres sentimientos seguidos en un solo segundo.
Era un día raro, de los que presagian que algo malo va a ocurrir. Mara se cambió el anillo de dedo como hacía cuando se sentía en peligro. Su tía se lo había regalado antes de cumplir los 18 para que le acompañara en la vida. Ella pensaba que al cambiarlo de dedo lo despertaba de su letargo y activaba el efecto protector. Ahora a sus 41 se aferraba más que nunca a estas cosas, ya no se permitía ser lógica y racional, pues había comprobado que en asuntos del alma la única ley es “el todo vale”,y la vida le dolía cada vez más.
Avanzó por el paso de cebra hasta la otra acera. Esas líneas blancas conseguían tranquilizarla, estaban ahí para cruzar con seguridad, ordenaban la realidad, el caos de afuera y por tanto el de adentro. Antes de llegar al final se quedó fijada en una imagen bajo la parada de autobús: una mujer con un carrito de bebé.
No sabía bien qué era lo que le había atraído su atención. Su deseo de maternidad ya había pasado a la historia, pasando por su correspondiente duelo por la pérdida. De esto hacía ya 5 años, cuando Pedro la había sustituido por una aventura en el tercer mundo porque había descubierto que había nacido para dar su vida al prójimo. Mara en aquel tiempo se preguntó si es que ella no valía como “prójimo” con lo próxima que estaba ella siempre a él en todo momento.
Tampoco era la imagen de la mujer ni el aspecto del carrito, de lo más normales en apariencia. Ella mecía el carro con vaivenes acompasados mostrando mucha ternura y dedicación. Se acercaba susurrando palabras cantadas al tiempo que se acariciaba su propio pelo haciendo caracolillos con los dedos.
Entonces, cuando quedaban dos pasos para llegar a la otra acera Mara se paró en seco. El carrito estaba vacío, no había nadie dentro.
Se deslizó de la envidia a la compasión pasando por el estupor en milésimas de segundo, y siguió andando calle arriba acariciándose el anillo.